El punto de encuentro acordado para verme con Jóse es una parada de autobús cuya línea no puedo contar en un sitio cercano a las afueras de Madrid que tampoco puedo desvelar. De hecho, él no se llama Jóse, pero sí que escogió el alias que íbamos a utilizar para preservar su identidad durante la entrevista.
J. está condenado a 20 años de prisión por un delito violento con resultado de muerte. Utilizó una pistola. El motivo es irrelevante, lo que verdaderamente le compete a Jose ahora mismo son dos cosas:
- Cumplir los 6 años que le faltan para salir
- Devolver los 80.000 que le quedan para saldar su deuda con la familia de la víctima
Cuando se realizó esta entrevista se encontraba de permiso penitenciario aunque actualmente está en su celda y lucha por conseguir el tercer grado.
J. era empresario antes de su ingreso y ahora es licenciado en derecho por la UNED. Este español de mediana edad (ni 40 ni 60), divide su experiencia en prisión en cuatro etapas diferentes:
Fase 1: Sensación de estar en un sueño constante. Nadie está preparado para amanecer en un sitio en el que jamás imaginarías terminar. “Cuando eres niño y te explican lo que significa una prisión, no se contempla que ese vaya a ser tu destino. Es tan sencillo como no asumir que hayas cometido un delito tan grave como para estar privado de libertad”
Fase 2: Batalla judicial. El objetivo de la familia de la víctima es que el preso permanezca el máximo tiempo entre rejas. La misión del preso es hacer uso de todos los recursos posibles para rebajar la pena. Objetar trastornos mentales puede alargar el proceso el doble o el triple de tiempo. Los médicos forenses rechazaron un ataque esquizofrénico como posible justificación al hecho ocurrido.
Fase 3: Son 5 años los que un preso puede estar esperando hasta conocer su sentencia. Una vez que se conoce el precio a pagar por el delito cometido, el cambio mental en el preso es determinante. En este caso, Jose fue condenado a 20 años de prisión y 200.000 euros de indemnización. “La esperanza que tienes de que tu condena sea menor desaparece. Más te vale empezar a asimilar”
Fase 4: “En esta etapa ya tienes claro que debes retribuir a la justicia y a la familia de la víctima el crimen que has cometido. ¿Cómo? Estableciendo estrategias que ayuden a soportar el castigo impuesto”. Para Jose empezó a ser importante el deporte, la religión, la lectura y la terapia. Para 1000 reclusos el número de especialistas en salud mental (psicólogos y psiquiatras) que acuden a prisión son 6. A pesar de ser una cifra desproporcionada, (J. reconoce encontrarse conviviendo con la gente que más ayuda terapéutica necesita y que menos opción a ella tiene) Instituciones Penitenciarias permite que diferentes organismos de ayuda al preso accedan a la cárcel.
Es el caso de CUPIF (con un pie fuera), una organización formada íntegramente por voluntariado profesionalizado en intervención psicosocial y reeducativa en el ámbito penitenciario, donde psicólogos, juristas, filósofos, educadores sociales, trabajadores sociales, animadores socioculturales e integradores sociales, ayudan en la prevención de la delincuencia y reinserción sociolaboral de delincuentes, preparando a los internos e internas de los Centros Penitenciarios para la vida en libertad. La intervención debe contemplar tanto la especificidad reeducativa sobre el agresor como los aspectos reparadores sobre la/s víctima/s.
Gracias a su labor, J. ha conseguido grandes avances.
En prisión se viven momentos dulces, agridulces y amargos. Uno de los peores ocurrió cuando su hermano no entregó el certificado de defunción necesario para que J. acudiera al funeral de su padre. Tampoco pudo ir al de su madre.
La primera vez que salió tras 15 años sin saber nada del mundo exterior decidió ir a ver el mar.
Para su sorpresa, lejos de bañarse, correr o disfrutar de la sensación que te regala la arena, J. tuvo que lidiar con una pregunta que le asaltó nada más plantarse frente al océano: ¿Quién soy yo para privar a alguien de esta vista?
Además, recuerda con cariño algunas sensaciones curiosas que son difíciles de entender desde el punto de vista de la libertad: “Cuando sales de prisión por primera vez es complicado acostumbrar la vista al mirar un horizonte. Las piernas reaccionan diferente al tener que caminar por una cuesta arriba. Hay partes físicas de tu cuerpo que son incapaces de lidiar con la vorágine del exterior”
J. trabaja de cocinero en prisión y dice, ser uno de los afortunados, que tiene posibilidad para acceder a 400 euros de sueldo. 200 van directos a la familia de la víctima y, a pesar de haberle embargado su casa, coche y moto, no pierde la ilusión por trabajar y cotizar para tener una pequeña pensión.
Su mayor sueño es que su hijo, que actualmente trabaja como profesor en un colegio, le reconozca como padre. Y que la familia de la víctima crea en su perdón.
Cuando le pregunto si se ha vuelto a enamorar, J. me dice que no. “Cuando conozco a alguna chica y se entera de lo ocurrido huye. Pero no pienso mentir a nadie, sólo Dios puede juzgarme”.
Link artículo original: https://medium.com/@vivirxracontarlo/j%C3%B3se-moreno-391a7f81b8db