PROGRAMA CUPID DE REEDUCACIÓN CONTRA EL MALTRATO
Condenados por delitos leves de violencia machista como Jon, de 46 años, pueden llegar a evitar la prisión -si el juez así lo decide- a cambio de someterse a programas de rehabilitación que van de 6 a 9 meses.
Artículo redactado por Patricia Costa.
Hombre, de unos 40 años, español, con un perfil cultural medio-bajo, condenado por violencia machista a una pena inferior a dos años. Así se presenta, a grandes rasgos, parte del problema social que nos ocupa: el
agresor. Al menos, si echamos un vistazo a los que han pasado ya por el programa CUPID (‘Con Un Pie Dentro’) de reeducación contra el maltrato. Dirigido a hombres condenados por un delito leve de violencia entre convivientes, que se encuentran bajo suspensión de condena, este proyecto de intervención terapéutica ha sido desarrollado por la Asociación CUPIF (‘Con Un Pie Fuera’), atendiendo a las líneas establecidas por Instituciones Penitenciarias.
Hace apenas un par de semanas, Jon todavía acudía a las sesiones en el Centro de Inserción Social Victoria Kent de Madrid, donde los psicólogos voluntarios de CUPIF llevan a cabo su trabajo. Es de nacionalidad extranjera, aunque lleva 18 años en España, estaba casado en el momento de cometer el delito y tiene tres hijos. Menos reciente lo tiene Ángel, madrileño, que hasta hace 2 años se sometía al tratamiento. Ahora, orgulloso, muestra en el móvil una imagen de su segundo hijo, de 9 meses, fruto de una nueva relación.
SESIÓN DE SEGUIMIENTO
Llegan juntos para reunirse en una sesión de seguimiento con María Socorro Gómez, coordinadora del programa CUPID, y con Joaquín García, psicólogo voluntario. “¿Recordáis la fase de dominio de la ira? Cuando uno se enfada mucho hay ciertas señales que puede registrar -tensiones musculares o subida de temperatura, por ejemplo- para controlar esa escalada. Pensad en alguna situación reciente en la que os hayáis sentido así”, explica la terapeuta.
Le observan atentamente, repasando los apuntes que ha traído y que ha colocado sobre la mesa. Parecen relajados, al menos bastante más que cuando se conocieron. “No sabía que me encontraría. Vas un poco retraído, con miedo, a la defensiva«.
«Me costó un par de meses encajar todo”, confiesa Ángel. Con él coincide Jon: “Estaba asustado, pensaba que me meterían en la cárcel, pero me encontré con más personas como yo. Entonces, me tranquilicé. Desde el primer día, me convencieron de que era importante lo que estaba haciendo, que sólo querían evitar que sufriese más problemas”.
Escépticos, asustados, reactivos, doloridos. Así llegan la mayoría al programa, apunta Socorro. Porque se consideran maltratados por el juez, la policía, por la sociedad entera, convencidos, incluso, de que no han hecho nada malo. “Traen ansiedad, dudas y tienen poca asunción de la responsabilidad”, añade Joaquín. Profundizando sobre su perfil, Gómez aclara que han atendido a penados “de entre 18 y 73 años. La edad media se sitúa en los 40, los grupos son de 12 personas y suele haber unos 8 españoles y 4 extranjeros
de diferentes nacionalidades. El perfil cultural lo definiría como medio-bajo y su situación económica, digamos, media”.
“Nuestro objetivo es que no haya más víctimas, que no reincidan” (Socorro)
“Traen poca asunción de la responsabilidad y ansiedad” (Joaquín)
Como punto en común, todos ellos mantendrán el haber sido condenados -por delitos de violencia machista- a una pena inferior a dos años. “El juez, valorando ciertas características, puede darles el beneficio de la suspensión de condena. A partir de ahí, no entrarán en prisión, pero tendrán que cumplir ciertos requisitos obligatorios, como asistir a estas terapias o no salir del territorio nacional”, comenta Socorro. “Son personas que como se descuiden entran en la cárcel, y nuestro objetivo es que no ocurra eso, que no haya más víctimas, que no reincidan”.
Otra cuestión que se impartirá será el significado de género, prejuicios, estereotipos o igualdad, temas que la mayoría desconocen. Con cada uno de estos pasos se pretende tratar al agresor para que, al seguir su vida, no repita los modelos de pareja vigentes hasta entonces.
“La erradicación de la violencia pasa por tratar a la víctima, al agresor, y también a los niños que asisten como espectadores. Si no se aplican programas como CUPID, y no se rehabilita al agresor, una condena por delito leve
puede transformarse en otra más grave”, advierte la psicóloga,al tiempo que hace hincapié en la necesidad de prevenir “centrándonos en jóvenes, adolescentes y mujeres. Con los primeros porque las viejas formas de violencia aparecen ahora vía móvil o redes sociales, y en cuanto a ellas porque deben averiguar las trampas culturales que pueden convertirlas en víctimas algún día”. En cualquier caso, nadie ha dicho que ayudar a víctima y agresor -la otra víctima, al fin al cabo- sean conceptos incompatibles.
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